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sábado, diciembre 03, 2005

Segundo Domingo de Adviento - Año B



Canónigo Dr. Daniel Meynen






Homilía para el segundo Domingo de Adviento - Año B - Mc. 1:1-8





" Este es el comienzo de la Buena Nueva de Jesucristo, el Hijo de Dios.
"

" En el libro del profeta Isaias estaba escrito: «Mira, te voy a
enviar a mi
mensajero delante de ti para que te prepare el camino. Escuchen ese
grito en
el desierto: Preparen el camino del enero, enderece sus senderos.» Es
así
como Juan el Bautista empezó a bautizar en el desierto. Allí predicaba
bautismo y conversión, para alcanzar el perdón de los pecados. Toda la
provincia de Judea y el pueblo de Jerusalén acudían a Juan para
confesar sus
pecados y ser bautizados por él en el río Jordán. Además de la piel
que
tenia colgada de la cintura, Juan no llevaba mas que un manto hecho de
pelo
de camello. Su comida eran langosta y miel silvestre. Juan proclamaba
estos
mensajes: «Detrás de mí viene uno con mas poder que yo. Yo no soy
digno de
desatar la correa de sus sandalias, aunque fuera arrodillándome ante
él. Yo
los he bautizado con agua, pero él los bautizara en el Espíritu Santo.»
"



Homilía:


" Este es el comienzo de la Buena Nueva de Jesucristo, el Hijo de Dios.
"

En el Inicio de este evangelio, San Marcos tiene el cuidado para
anunciar que
este contiene el mensaje que él fue llamado a pasar a sus lectores.
Este
"evangelio" o "Buena Nueva", una traducción literal del termino Griego
de
donde proviene la palabra "evangelista". Él termino "Buena Nueva" nos
pone
enseguida en el contexto Trinitario, en la distensión misteriosa de la
Santísima Trinidad. Por que la verdad y unica "Buena Nueva" es la de
Cristo
mismo, la Palabra de Dios hecha hombre.

En Dios, en la misma Divinidad, el Padre, quien es el primero de las
tres
personas de la Santísima Trinidad, habla, a el, incesantemente y
eternamente,
esta Palabra que es su Hijo, la segunda persona de la Santísima
Trinidad.
Dios "es espíritu" (Jn. 4:24) y este divino Espíritu lleva a cabo una
sola
divina acción: Él concibe y engendra en sí mismo una única Palabra,
que lo
llena a el completamente. Esta Palabra que ha sido concebida y
engendrada es
el Hijo de la divina persona que es el Padre.

Todos estos son cumplidos por Dios en sí mismo, lo cual es decir en
Amor,
porque "Dios es amor" (1 Jn. 4:16). En otras palabras, el Padre
engendra su
hijo en el Espíritu Santo, que es el Amor de Dios en persona. Ahora,
el Amor
de Dios es infinito e ilimitado. Y hubo un tiempo cuando el Amor de
Dios
inundaba, en alguna manera, de sí mismo y vertió sobre el mundo: este
era el
tiempo de la Encarnación, después que Dios habló su Palabra, no solo
para sí
mismo, sino además para el mundo que él creo en su Amor.

" En el libro del profeta Isaias estaba escrito: «Mira, te voy a
enviar a mi
mensajero delante de ti para que te prepare el camino. Escuchen ese
grito en
el desierto: Preparen el camino del enero, enderece sus senderos.» Es
así
como Juan el Bautista empezó a bautizar en el desierto. Allí predicaba
bautismo y conversión, para alcanzar el perdón de los pecados. Toda la
provincia de Judea y el pueblo de Jerusalén acudían a Juan para
confesar sus
pecados y ser bautizados por él en el río Jordán. "

Juan El Bautista, ha sido enviado por Dios para preparar directamente
al
pueblo de Dios para recibir esta Palabra, quien es el hijo de Dios en
persona. Esto es por que él habla, él predica, él proclama a la
humanidad la
venida del Mesías: La palabra humana de Juan el Bautista sirve como
una
preparación para la Palabra Divina de Cristo. Pero las solas palabras
humanas de Juan el Bautista no son suficientes para preparar
adecuadamente a
la humanidad para recibir la Palabra de Dios. Lo que es humano, es y
siempre
permanecerá inferior a lo que es divino.

Para recibir la Palabra de Dios, se exige una preparación la cual no es
simplemente humana, pero además divina. Esta divina preparación no es
otra
que la posesión de la gracia de Dios, el divino regalo a través del
cual un
hombre o mujer se vuelve aceptable por Dios y se considera a sí mismo o
ella
misma en su favor y en su amistad. Así, esta claro que la preparación
completa e indispensable para la recepción llena de la Palabra de Dios
consiste en purificarse a sí mismo de todos los pecados personales,
aquellos
de los que son personalmente responsable.

" Además de la piel que tenia colgada de la cintura, Juan no llevaba
mas que
un manto hecho de pelo de camello. Su comida eran langosta y miel
silvestre.
Juan proclamaba estos mensajes: «Detrás de mí viene uno con mas poder
que
yo. Yo no soy digno de desatar la correa de sus sandalias, aunque fuera
arrodillándome ante él.» "

De manera para preparar al Pueblo de Dios para la recepción de la
Palabra de
Dios, Juan el Bautista predicó un bautismo de arrepentimiento: de
manera que
la gracia de Dios llene los corazones, era necesario que el pecado
estuviera
fuera de ellos. Pero Juan el Bautista tenia que poner el ejemplo. Si
él
predicaba arrepentimiento, el mismo tenia que estar arrepentido. Su
ser
entero tenia que volverse un instrumento de evangelización. La gracia
de
Dios que estaba en él, no podía permanecer solamente dentro de él, sino
tuvo
que manifestarse exteriormente, visible para todos; por que la misión
de
Juan el Bautista era exacto, la de la preparación de la venida dentro
del
mundo de la Gracia de gracias la cual es la Palabra de Dios.

" «Yo los he bautizado con agua, pero él los bautizara en el Espíritu
Santo.» "

Juan el Bautista proclamó el bautismo que Jesús proporcionaría: el
bautismo
del Espíritu Santo. Por que esto es verdaderamente este Espíritu de
Amor el
que purifica el alma a través de la remisión de los pecados: El
Espíritu
Santo es el Fuego de Amor el cual purifica y transforma. En la
Santísima
Trinidad, todo esta logrado en el Amor de Dios, que es el Espíritu
Santo.
Semejantemente, cuando Dios comunica al hombre su divina Palabra, esto
se
logra en el Espíritu Santo que es Amor.

Durante este tiempo de Adviento, dejémonos prepara nuestro corazón para
recibir la Palabra de Dios, pidámosle a Dios perdón por nuestros
pecados,
orémosle al Señor y pidámosle nos envíe su Espíritu, de manera que
nuestra
alma se pueda purificar, sin manchas de cualquier pecado, de manera que
la
Palabra de Dios venga dentro de nosotros y del mundo entero. Que
María, la
Madre de Dios, interceda por nosotros y podamos todos nosotros, a
través de
Ella, ser bautizados en el Espíritu Santo.



Canónigo Dr. Daniel Meynen



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