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The WeatherPixie Cristo ha resucitado, está vivo. ¿Lo viste tú con los ojos de tu corazón? Bendiciones...

viernes, noviembre 10, 2006

Domingo 12 Domingo XXXII del Tiempo Ordinario

Domingo 12 Domingo XXXII del Tiempo Ordinario

Mc 12, 38-44 Y en su enseñanza, decía:
—Cuidado con los escribas, a los que les gusta pasear vestidos
con largas túnicas y que los saluden en las plazas; los primeros
asientos en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes. Devoran
las casas de las viudas y fingen largas oraciones. Éstos recibirán una
condena más severa.
Sentado Jesús frente al gazofilacio, miraba cómo la gente
echaba en él monedas de cobre, y bastantes ricos echaban mucho. Y al llegar
una viuda pobre, echó dos monedas pequeñas, que hacen la cuarta parte
del as. Llamando a sus discípulos, les dijo:
—En verdad os digo que esta viuda pobre ha echado más que todos
los que han echado en el gazofilacio, pues todos han echado algo de lo
que les sobra; ella, en cambio, en su necesidad, ha echado todo lo que
tenía, todo su sustento.

Sinceridad de corazón


Tiempo para Dios: guía para la vida de oración (9ª ed. )
Jacques Philippe


Este breve suceso que, en su sencillez, nos transmite hoy san
Marcos, encierra, sin embargo, una enseñanza decisiva para la vida
cristiana; que, por cierto, quiso Nuestro Señor recalcar en diversas
ocasiones. De sobra es conocido, por ejemplo, que criticaba la hipocresía de
los fariseos, llamándoles sepulcros blanqueados, aludiendo al tan
diferente aspecto que muestran de ordinario esas construcciones por fuera en
relación con su interior.

Los comentarios de Jesús que consideramos hoy se refieren a
tres tipos de personas. Nuestro Señor analiza la conducta de cada una
poniéndola en relación con lo interior de ellas mismas. Queda de este modo
manifiesta la autenticidad de los personajes analizados, pues, por la
coherencia o no entre el corazón y sus obras externas, es patente para
nosotros, iluminados por el Señor, lo auténtico, lo que nos permanece
oculto de ordinario y sólo Dios, que ve el corazón, conoce siempre.

Crítica Jesús en primer lugar a los que fingen. En aquella
época toda una clase de personas se apoyaba en algo, tan superficial y sin
fundamento como la indumentaria, para hacerse respetar y gozar de un
pretendido prestigio ante la mayoría. Eran también un conjunto
apariencias y poses estudiadas para insinuar sabiduría, honradez, piedad, etc.
Toda una vida construida sobre un estudiado y artificioso engaño que, si
bien es cierto requería no poco esfuerzo por parte del individuo, le
investía a la vez de abundantes derechos. Derechos de los que gozaban
ciertos escribas y fariseos, tan injustamente como falsa era su conducta.

Como poco han cambiado los defectos humanos en el transcurso de
los años, también en nuestros días nos encontramos con demasiada
frecuencia a los que viven de apariencias. Viven del "cuento", solemos decir,
Nosotros le pedimos al Señor no caer nunca en la tentación de querer
pasar por algo más de lo que somos. Es posible que esa sugerencia
perversa se nos insinúe muy ocasionalmente, no como actitud habitual de
comportamiento. No debemos, sin embargo, recurrir jamás a la mentira en
ninguna de sus formas, tampoco con la disculpa de que a nadie hacemos daño o
es cosa de poca importancia.

Pensemos, en cambio, que la veracidad debe ser la norma
habitual de nuestra conducta. Consiste tan sólo en comportarse con
naturalidad, en no hacer nada especial por aparecer mejores de lo que somos. El
veraz no se cansa cuando cae bien. Al menos, vive sin la preocupación de
cómo dar una buena imagen, porque le basta con hacer lo que le parece
mejor. Otros, en cambio, tienden como incorporado un asesor de imagen a
su personalidad. Están, primero, preocupados por la acogida que tendrán
sus palabras, sus gestos, su imagen. Les importa mucho lo que se diga
que ellos, lo que se piense... Tan intensa llega a ser para algunas
personas esta preocupación que, de hecho, consideran secundario el
comportamiento recto. La rectitud en la acción –piensan– no siempre se ve
recompensada con el aplauso de quienes la contemplan.

La persona de una pieza, el que es veraz, aunque intente dar
buen ejemplo, no está excesivamente preocupado por cómo queda con su
conducta. Tiene confianza en sus buenas obras: por sus frutos los
conoceréis, dijo el Señor, y sabe que rara vez los buenos lo interpretarán mal.

Precisamente a esto ser refiere Nuestro Señor, en su último
comentario sobre de las otras dos personalidades que aparecen en el
Evangelio de este domingo. Observando a los que daban limosna, veía que
algunos ricos echaban bastante dinero en el lugar previsto. No es a éstos,
sin embargo, a los que alaba Jesús, pues podrían haber sido más
generosos: todos han echado algo de lo que les sobra, comenta Jesús. Alaba, en
cambio, la generosidad total –que pasa inadvertida en su heroísmo que
nadie reconoce– de una mujer viuda. Sólo Dios –y ya es bastante–
advierte el amor grande de su corazón.

También aplaudirían su conducta, sin duda, cuantos hombres y
mujeres de bien hubieran conocido las circunstancias de su vida, y el
afán por Dios, que impulsaba a la mujer a pesar de su penuria.
Posiblemente no sería fácil presuponer una gran generosidad, en quien tan sólo
entregaba dos monedas pequeñas. Y precisamente por esto nosotros hemos de
aprender la lección de no menospreciar a nadie y, sobre todo, de actuar
con toda honradez y el rectitud, muy serenos, casi sin querer saber que
otros nos contemplan, y muy seguros, en cambio, de que es Dios ante
todo el gran el Espectador de nuestra vida.

María, llega de Gracia, todo lo hacía para Dios. Aunque casi
todos sus trabajos ordinarios de cada día los acogieran otras personas,
tal vez José o el propio Jesús, cada momento de su jornada no dejaba de
ser un momento para Dios. A Ella le pedimos saber imitarla
especialmente en esto, deseando que en el mundo cunda su ejemplo.


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